Hay un señor que me inquieta
Que me da canguelo
Es un hombre negro con pecas y porte serio
Viene a por mí, a por mis huesos
Me quiere matar…


Morgan Freeman me hace querer esconderme
¡Mírale! ¡Mírale! Sonriendo con esos dientes...
Me quiere ver agonizando
Me va a desmembrar…


Una noche se coló en mi cuarto con una máscara de Nelson Mandela y cuando se la quitó él mismo ya estaba caracterizado de Nelson Mandela. Me dijo que iba a sacar mis órganos a pasear con Miss Daisy. Me susurró entre dientes que, si se me ocurría gritar, mataría a mi familia con un martillo pequeñito. Me pegó. Me usó de saco de boxeo, me dejó semi-inconsciente temblando en el suelo. Vi la muerte en las pecas de su cara. Se cortó la uña del dedo gordo del pie y me obligó a comérmela. No paraba de repetir que él era Dios. Que era Dios. Me escupió en el pelo y soltó una risa malévola y profunda. Me pegó un herpes. Sacó su oscar al mejor actor secundario del bolsillo y me atizó con él en el costado. Cuando comencé a sangrar por la boca, me dio una patada en la cara e hizo que se me aflojaran dos dientes. Mientras me retorcía de dolor en el suelo, me sacó una foto con su iPhone. Sonreía sádicamente. Disfrutaba. Mucho. Me dijo que volvería con su colega Clint Eastwood para matarme…

...y desde entonces no puedo dormir.